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Poemas para Provocar la risa y el humor a través de la sátira y la ironía

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¡Oh, qué risa!

En un mundo de risas y carcajadas,

provocadas por la ingeniosa sátira,

de palabras cargadas de ironía,

os contaré una historia bien disparatada.

Había una vez un político disfrazado,

con palabras bonitas se mostraba adornado,

prometía cambios y llenaba los oídos,

pero al final solo cumplía sus propios beneficios.

Su discurso, tan pomposo y engalanado,

era polvo en el aire, vacío y exagerado,

un cúmulo de palabras sin sustancia ni acción,

y todos caíamos en su trampa, sin compasión.

Pero un día, el pueblo despertó de su ensueño,

reconoció la farsa, el engaño y el empeño,

decidió cambiar las reglas del juego,

y al político farsante le dieron su merecido.

Con risas y carcajadas, celebraron su destitución,

el pueblo se liberó de su propia opresión,

entendieron que la sátira y la ironía,

pueden derribar a cualquiera en la vía.

Así que siempre recordemos, con alegría,

que la risa y el humor son nuestras vías,

para combatir las injusticias y la malicia,

y llenar de sonrisas esta vida tan graciosa.

El patético caso del poeta inconexo

Hubo una vez un poeta sin igual,
cuyas palabras solían desvariar,
una rima tras otra sin ton ni son,
y encima con pretensiones de Don Juan.

Decía él: «Soy el tata de la poesía,
ninguna mujer se resiste a mis artimañas».
Pero a su musa no encontró todavía,
sólo palabras de palomas y arañas.

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Sus versos pretendían cautivar
en sus labios, a todo ser viviente.
Mas al lector sólo lograban provocar
risa y burla, entre la gente.

Y es que, pensaba el poeta absurdo,
rimar una palabra con otra al azar,
sería pase de entrada a fiestas y coqueteos,
pero la verdad es que no lograba impresionar.

Escribía: «Las palomas llueven del cielo,
y las arañas suben, ¡qué horror!
Mas mi corazón es pálmaceo,
y ahora pregunto, ¿traerá esto amor?»

Salir de este lío no era opción,
el poeta estaba atrapado en su rima.
Iban y venían las palabras a granel,
y el resultado era una espiral que anima.

Nadie entendió su peculiar arte,
parecía una enciclopedia desordenada.
Pero este poeta sin rumbo ni norte,
supo reírse de sí mismo y de su desdicha.

La rima moderna del viejo ardilla

¡Oh nuevo mundo!, pero ¿qué ha pasado?
La vida máquina mi mente aterra,
Miénteme Siri, ¿qué hago en esta era?
Ni yo, viejo ardilla, lo he imaginado.

Un rey sin corona, un caballero urbano
que anda en el metro, y pide monedas sueltas,
¡Unas penas! Vengo en Uber sin penas,
Un caballo con ruedas, yo llamado.

En mi tierras de ayer las damas rogaban
Por sus vidas, mientras que hoy, a otro lado,
Son dueñas y señoras de su suerte.

Estoy tan perdido en Facetwit, Instatik
Aprendiendo qué es un reto en TikTok,
Aprended, espero retenerme en la muerte.

La burla de los poetas

En el gremio de los poetas, mediocres y sonantes,
discutían sobre versos, rima, métrica y cantares;
convocaron un congreso, con tapabocas gigantes,
de imitar a los grandes, siempre fue su estandarte.

Don Promedio aquel día, menospreció a Neruda,
«Lo que dice es absurdo y de forma muy escueta,
mi poesía tiene rienda, no anda sola y desnuda,
ni hace apología al ruido, como las odas de aquel poeta».

Doña Arrogancia disparó contra Gustavo Adolfo Bécquer,
«Dime, ¿qué es poesía? ¿Tú eresconde es la hiedra?,
las rimas de este señor, no son más que pueriles,
si quieren degustar arte, lean mis versos, no me huyan».

La señora Pretenciosa se reclinó entre sus versos,
de esos que hacían guiños, a la métrica y al lector,
burlona se marchitó, en aplausos que no eran de ella,
pero autoconvencida, de que era la mejor.

El joven Egotista también gritó a los cuatro vientos,
«¡Yo he derrocado a Borges, y a la Munro, sin seguridad!
mas en mis hojas volailes, siempre ronda mi ego,
les aseguro, queridos míos, mi literatura es de calidad»

Aquella junta de autores, cegados por espejismo,
ignoraron al maestro, al que vino a enseñar,
mas el humor les recuerda, que en el arte de las letras,
la sátira y la ironía, siempre los harán sudar.

No hay sitio aquí en la cumbre para el ego y la estulticia,
que al final del día, las letras humildes vencerán,
seamos el eco de aquel grito, de poetas vagabundos,
que entre risas y sarcamos, siempre burla supieron sembrar.

El banquete de la tontería

En el festín de la estupidez se hallaban,
personajes de renombre, artistas sin lienzo,
en una mesa redonda de chistes malos,
donde se servía un vino añejo llamado Burocracia.

El hombre de la historia, encorvado y canoso,
con cuentos de gloria y fama en el bolsillo,
susurraba al oído cosas sin sentido,
mientras echaba besos al viento para aplausos invisibles.

Por allí, doña Política, una dama pedigüeña,
disfrazada de madre, pero más bien queridón,
ascendía en la escalera de la absurda lisonja,
con cuchicheos y risas a costa del patrimonio ajeno.

Un joven descuidista, el poeta sin norte,
encadenaba palabras, todas vacías,
acompañadas con lágrimas de cocodrilo,
reclamando una pluma de laureles robados.

Y la hermosa niña mimada, de mil selfies y poses,
esculpida en atuendos sin capacidad de pensar,
coleccionaba alabanzas vacías y corazones rotos,
leyendo la triste vida de un mundo en la pantalla.

El rey de la tontería construyó un altar,
donde todos los héroes de la necedad rendían pleitesía,
con bailes sin ritmo y comedias sin gracia,
¿y qué decir de aquellos que trataban de mantener la cadencia?

En la despensa de la mediocridad reinaba la diversión,
disimulada en un manto de sarcasmo,
tanires y risas se unían a la gran fiesta,
Pero ¿dónde estaban aquellos con sabiduría profunda?

Apagaron sus luces y buscaron refugio,
se escondieron del ruido que asfixiantemente desgastaba,
y fuera del banquete escribieron su destino,
un guión lleno de chistes finos y verdades ocultas.

En un rincón apartado, iluminado por la luna,
escribían la historia de las almas sensatas,
con una risa de aceptación y espíritu renovado,
se regocijaban de haber abandonado el festín de la estupidez.

El juicio del canario y la cucaracha

En una verde rama de olivo,
estaba un canario cantando,
entonaba con torpe desdicha,
mas creía que estaba triunfando.

Cantar, cantar la vida entera,
presumido y algo engreído,
ya se creía Pavarotti,
el amigo emplumado en su nido.

Una noche, una cucaracha,
de visita a su morada,
resbaló y cayó a sus patas,
en un acto sin esperanza.

«¡Ah, que asco de alimaña!
que vienes a perturbar mi paz»,
le gritó el canario airado,
creyéndose el rey celestial.

«Señor canario bondadoso»,
suplicó la cucaracha,
«dele una oportunidad,
a mi recital, a mi balada».

El canario, incrédulo, rió,
y aceptó aquella travesura,
por lo dulce y picarón,
que su súplica las dudas apura.

Entonces la bicha empezó,
a cantar a pleno pulmón,
con notas imposibles,
cual si fuera un ronco dragón.

De pronto, de entre el terror,
risas se fueron oyendo,
y al pie de la verde rama,
todos bailaban moviendo.

Bailaron junto al canario,
el gato y el perro,
el pato, el gallo y sus gallinas
y un pitbull que es de otro cuento.

Solo el emplumado no alcanzó,
a comprender la batalla,
de que en esta vida, todos,
necesitamos una dosis de payasada.

Así, aprendió el amarillo,
que no vale despreciar,
a quien baila a la vida,
duele mareado en el mar.

Ahora canta y no farda,
tampoco se desespera,
por la fama ni el reconocimiento,
basta divertir a la rueda.

Poemas para Provocar la risa y el humor a través de la sátira y la ironía

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